A principios de este mes, el Papa Francisco nombró al arzobispo Víctor Manuel Fernández prefecto del Dicasterio para la Doctrina de la Fe.
El arzobispo argentino, era desde 2018 arzobispo de La Plata, y antes fue rector de la Universidad Católica Argentina, función para la que fue nombrado por el entonces cardenal Jorge Bergoglio.
Considerado ampliamente como el autor de la exhortación apostólica Amoris laetitia de 2016, Fernández ha sido considerado durante mucho tiempo como un estrecho colaborador del Papa. Desde su nombramiento el 1 de julio, Fernández ha causado revuelo por sus comentarios sobre la posibilidad de bendiciones litúrgicas para parejas del mismo sexo, su gestión de acusaciones de abusos y por "Sáname con la boca", un libro de 1995 que el arzobispo escribió sobre el "arte de besar".
En medio de esa conmoción, el Papa Francisco nombró cardenal a Fernández el 9 de julio - que se unirá oficialmente al Colegio Cardenalicio a finales de septiembre.
En una entrevista por correo electrónico el 17 de julio, Fernández ofreció su evaluación del panorama moral en el catolicismo y su mandato en la Iglesia, y su apreciación del lugar y momento en el que se encuentra la teología católica.
¿Cuáles son, en su opinión, las tres o cuatro cuestiones morales centrales a las que se enfrenta la Iglesia en este momento de la historia? ¿Cuál es el papel del DDF a la hora de abordarlos? ¿Cuál es el enfoque del Papa en estos temas?
Si hablamos sólo de la moral diría estas cuatro:
1) El primado absoluto de la gracia y de la caridad en la teología moral católica.
2) La dignidad inalienable de cada persona humana y sus consecuencias.
3) La opción preferencial por los pobres, los últimos, los abandonados de la sociedad.
4) Los proyectos de vida individualistas, hedonistas y egocéntricos que hacen difícil la opción por el matrimonio, la familia y el bien común.
Pero ya empezaríamos mal si separamos la moral de la teología. Cabe recordar que para Francisco también los temas morales deben estar atravesados por el gran anuncio del kerygma: un Padre que nos ama y que busca nuestra plenitud humana, reflejado en un Cristo que nos salvó, que nos salva hoy y ahora vive para comunicarnos su vida nueva.
En la carta que le escribió por su nombramiento, el Papa Francisco dijo que el [DDF] anteriormente "más que promover el saber teológico se perseguían posibles errores doctrinales. Lo que espero de vos es sin duda algo muy diferente", algo que usted calificó de "punto de inflexión" en otra entrevista.
Sin embargo, Praedicate evangelium, también escrito por el Papa Francisco dice que el DDF "cuida de que no falte una refutación adecuada de los errores y doctrinas peligrosas, que se difunden en el pueblo cristiano", - algo parecido a lo que decía Integrae servandae de San Pablo VI hace 50 años.
Estos dos documentos parecen presentar visiones diferentes del papel del DDF en la custodia de la doctrina de la Iglesia. ¿Cómo cree que pueden conciliarse? ¿Cuál es su enfoque ante su nombramiento en el DDF?
Mire, si se lee bien la carta del Papa, está claro que en ningún momento niega que desaparezca la función de refutar errores. Evidentemente, si alguien dice que Jesús no es verdadero hombre o que hay que matar a todos los inmigrantes, eso requerirá una intervención firme.
Pero al mismo tiempo, será una ocasión para crecer, para enriquecer nuestra comprensión. Por ejemplo, en estos casos: habrá que acompañar a esa persona en su intención legítima de mostrar mejor la divinidad de Jesucristo, o habrá que conversar acerca de algunas legislaciones migratorias imperfectas, incompletas o problemáticas.
En la carta el Papa dice muy explícitamente que el Dicasterio tiene que “custodiar” la enseñanza de la Iglesia. Sólo que al mismo tiempo –y está en su derecho– me pide un mayor empeño en ayudar al desarrollo del pensamiento, también cuando se presenten cuestiones difíciles, porque el crecimiento es más eficaz que los controles. Las herejías se erradicaron mejor y más rápidamente cuando hubo un adecuado desarrollo teológico, y se difundieron y perpetuaron cuando sólo hubo condenas.
Pero Francisco también me pide ayudar a que se recoja el Magisterio reciente, y esto evidentemente incluye el suyo. Es parte de lo que hay que “custodiar.”
En la Iglesia actual parece haber cada vez más críticas a Veritatis splendor, o un deseo de reexaminarla. ¿A qué se debe? ¿Cómo debería abordarse?
Veritatis Splendor es un gran documento, de potente solidez. Evidentemente, denota una preocupación particular por marcar ciertos límites. Por ello no es el texto más adecuado para alentar el desarrollo de la Teología.
De hecho, en las últimas décadas, ¿dígame cuántos teólogos podemos nombrar de la talla de Rahner, Ratzinger, Congar o Von Balthasar? Ni siquiera la llamada “teología de la liberación” tiene teólogos del nivel que tuvo Gustavo Gutiérrez. Algo ha fallado. Controles hubo, desarrollo no tanto.
Hoy quizás haría falta un texto que, recogiendo todo lo valioso de Veritatis Splendor, posea otro estilo, otro talante, que al mismo tiempo permita alentar el crecimiento de la Teología católica, como me pide Francisco.
¿Cuál es el punto de partida de la teología moral y pastoral? ¿Dónde y cómo comienza?
El punto de partida de cualquier teología es la Revelación divina. Pero la Teología se desarrolla en contextos concretos. No es lo mismo hacer teología en medio de una guerra, en una conversación con un cineasta, en un barrio lleno de niños hambrientos o con un grupo de misioneros en Japón. Entonces, si bien el punto de partida es la Revelación, se trata de la Palabra inagotable que entra en contacto y en conversación con las más diversas situaciones humanas y así deja aflorar distintos aspectos de su inconmensurable misterio.
Usted ha hablado de su apertura a estudiar la posibilidad y posiblemente aprobar bendiciones para parejas del mismo sexo, siempre que no haya confusión con el matrimonio. Y usted ha señalado que la declaración del DDF sobre el mismo tema en 2021 “ no tiene olor a Francisco” y que “no estaría mal repensarlo a la luz de todo lo que nos ha enseñado Francisco”.
Aun así, fue el papa Francisco quien autorizó específicamente la declaración de 2021. ¿Cómo deben entender los católicos lo que piensa el Papa sobre este tema? ¿Está evolucionando, o ha cambiado algo en particular en los últimos dos años? ¿Refleja el enfoque de los obispos belgas ante las bendiciones de parejas homosexuales la opinión del Papa?
Dije que no estaría mal “repensarlo”, nada más, pero una entrevista no es lo más adecuado para hacerlo. Tendré que hablar con muchas personas, y escuchar al propio Dicasterio, prestar atención a lo que surja en el Sínodo, etc. Pero no necesariamente para contradecir lo que dice aquel documento sino, quizás, para enriquecerlo y ampliarlo.
Por otra parte, allí hay expresiones teológicamente muy correctas pero que fácilmente pueden entenderse muy mal. Por ejemplo, la expresión “Dios no bendice el pecado” ciertamente es una frase que Francisco no usaría tan fácilmente sin asegurarse que quede claro el respeto por lo que puedan estar viviendo las personas concretas.
Usted mencionó que el Papa Francisco le dijo que los asuntos disciplinarios, especialmente los relacionados con casos de abuso, serán tratados por el equipo de expertos de la DDF, en lugar de usted directamente, y que en el pasado esa fue la razón por la que usted rechazó el puesto, ya que no se sentía preparado para manejar casos de abuso a tan alto nivel.
Sin embargo, como prefecto, las decisiones últimas seguirán pasando por su escritorio y por su aprobación y criterio. Aunque delegue esta tarea al cien por cien, seguirá siendo el máximo responsable.
Considerando que usted personalmente admitió errores en el manejo de los casos de abuso en La Plata, ¿se siente a la altura de esta tarea?
Veré qué es lo que yo firmaré de acuerdo con lo que me indique el Papa, en coherencia con lo que ya hemos conversado. De todos modos, los prefectos en general no han sido canonistas, y en estos asuntos firman confiando en la seriedad del trabajo de sus colaboradores.
Para ser precisos, en un caso de La Plata no admití “errores”, porque seguí los procedimientos que regían en aquel momento y siempre en consulta con el Dicasterio. Lo que admití es haber obrado de manera “insuficiente”. Podría haber hecho más, podría haber tomado las medidas más drásticas con más rapidez. De todos modos, de la propia experiencia también se aprende. Hoy tenemos procedimientos mejores que los de ese momento y eso facilita más las cosas.
¿Cómo espera que su nombramiento sirva a la Iglesia?
No habrá nada espectacular. Sólo tengo la seguridad de que cada uno que pasa aporta algo propio. Algo bueno dejaré.
¿Cómo le gustaría que los católicos rezaran por usted? ¿Por qué intenciones pueden rezar?
Que pidan para mí con sinceridad la ayuda del Espíritu Santo, no para hacer lo que yo pienso o lo que piensan otros, sino lo que responda a la voluntad del Señor y a su proyecto. Esa oración la puede hacer cualquiera, aun quien se sienta inclinado a odiarme. Yo, agradecido.